martes, 30 de julio de 2013

en Bhamo...

Despierta a tempranas horas el sol por entre los montes que nos separan de China.
A veces, las grises nubes monzónicas me impiden identificar la frontera que separa la noche del día.
En otras ocasiones el sol deslumbra y quema desde el primer momento.
Pero la mañana empieza siempre con los mismos sonidos al despertar de este pueblo.
Las motos lentamente recorriendo las calles encharcadas,
los niños hablando en grupo de camino a la escuela,
"miglaba!" entre los tenderetes que van abriendo y colgando su mercancía.

Al salir de mi habitación ya empiezo a disfrutar de las primeras de tantas sonrisas que la gente me ofrecerá a lo largo del día. Soy el único extranjero del pueblo (o al menos el único blanquito europeo) así que mi cara les hace gracia, o a la gente le ilusiona ver alguien diferente, o ambas cosas...
Mi bicicleta me lleva de camino hacia mi oficina, como cada día, aunque hoy se trate de un fin de semana.

Atravieso la vera de un pequeño lago, donde los niños juegan trepando a un árbol y saltando.





Con la edad llega la tranquilidad
y otros se dedican a esperar que un pez pique el anzuelo de sus artesanales cañas de pescar.










Aunque en esta región la mayor parte de la población es cristiana (ya sea la iglesia baptista o la católica), también quedan habitantes que mantienen la religión "autóctona" de la zona, el budismo, a pesar de las invasiones europeas de los siglos pasados. Niños aprendices y monjes, con sus túnicas rojas pasean por las calles.





Hoy me llevan a visitar el templo budista más antiguo de Bhamo tres compañeros del trabajo: Thet Khine, Ball Law Ram y Kwayt Kwayt. Me recogen en la oficina y en dos motos nos acercamos hasta el límite del pueblo. A la orilla del río se encuentra esta pagoda.

Espero que las fotos me ayuden a recordar no sólo la imagen, sino también la tranquilidad que se respira en este lugar.



Me cuentan la buena relación entre credos, las historias representadas en cada esquina, la antigüedad de sus cimientos...




También aprovechamos para visitar un campamento de desplazados donde, el año pasado, Solidarités llevó a cabo parte de su proyecto. Por un tiempo vuelvo a la realidad de mi trabajo, el que me obliga a mejorar las condiciones de los que no han tenido mi misma suerte.





Cuando volvemos a recoger mi bicicleta, ya empiezan a aparecer las primeras sombras de la noche.
Vuelvo hacia el hotel por el mismo camino.
Esta vez el lago está más tranquilo.




Tan sólo me cruzo con una pareja de jóvenes enamorados que aprovecha la intimidad del lugar para susurrarse palabras al oído.

La aguas están tranquilas
y reflejan hasta los detalles más minúsculos que esconde este pueblo.





Pero ya llegando al hotel vuelve el movimiento, y sobretodo los olores de las cenas preparadas en plena calle que avisan al rezagado de que ha llegado el momento de la última comida del día.


Yo la disfrutaré en mi habitación,con la compañía de mi libro o de , si hay suerte, alguna película que sea en inglés que pongan en la televisión....hasta que caiga abrazado a la almohada...

Mañana será un nuevo día en Bhamo.
El ajetreo volverá a empezar
y mis pilas deberán estar cargadas
para saborear y aprovechar cada hora del día que me espera.



*

sábado, 20 de julio de 2013

Bhamo office




Una casita blanca de dos pisos para las oficinas,
logistica, admin, M & E (monitoreo y evaluacion), manager y field coordinator, HP (promocion de higiene) y WatSan (agua y saneamiento),
y abajo un  sotano
con un almacen y una sala de reunions.
Tambien un par de terrazas
una delante y otra con vistas al jardincillo trasero,
donde tenemos la letrina y un cuartucho para el generador.




En el interior, algunos ventiladores nos permiten soportar el humedo y pegajoso calor de estas tierras asiaticas. Con el gran rio a la vera de este pueblo y en plena epoca de monzon…
A pesar de todo no llueve en Bhamo tanto como en sus alrededores.
Ayer me explicaron.
Esta villa se encuentra rodeada de montes que, por un lado traen las nubes bastante descargadas y por el otro no permiten que la humedad sea desplazada por corrientes de viento.

A lo que iba…mi oficina.


Y aqui esta el despacho, compartido con Florent, el field coordinator.
Aunque es compartido siempre estare solo, pues por normativA gubernamental no podemos estar dos extranjeros trabajando a la vez en Bhamo. Por ello, en este lugar tan solo pasare la mitad del mes, mientras que la otra mitad la paso en la de Yangon (ya la presentare) mientras Florent realiza su labor de campo.
Mesita pequenha para lo desperdigado que tengo yo siempre todo mi material de trabajo, con un huequito para las piernas donde solo me cabe una (y eso que yo soy canijo).






Cuando te asomas a la entrada, donde perpetuo se encuentra alguno de los watchman (vigilantes) ves la alborotada naturaleza creciendo a los lados del camino que hace de calle. Gente pasando en moto, en bici e incluso a veces se escucha un coche.



Pero lo mejor de esta oficina, como de todas, es la gente que la llena de vida.
aun no los conozco demasiado
aun no me conocen en exceso,
por ello esperare un tiempo
para ensenharlos y presentarlos.



Este es mas mi hogar ahora que el sitio donde duermo
pues un hotel nunca es un buen lugar para sonhar
aunque si a veces para vivir suenhos…




Y aqui me despido por esta vez, con los pulmones llenos de agradecimiento, con la cabeza llena de pensamientos y con las ganas de compartir mis vivencias con cada uno de los que pierde el tiempo leyendo mis palabras.

El cansancio no me puede.
Las ganas de zamparme el mundo a bocados es mas fuerte.



*
 




sábado, 6 de julio de 2013

La Pagoda Shwedagon

Una imagen vale más que mil palabras...bien es sabido por todos, pero no he sido capaz de, con unas cuantas instantáneas, captar el increíble despliegue de sensaciones que provoca la Gran Pagoda Shwedagon y sus alrededores.
 Intentaré describirlo malamente adornándolo con alguna que otra foto.

Hasta lo alto de la colina Singuttara, en el centro de Yangón, se tiene que subir escalón tras escalón para llegar a la explanada donde se encuentran los templos. Se puede acceder por alguna de las 4 entradas, orientadas a los cuatro puntos cardinales.

Yo me planté en la entrada Norte.

Flanqueada por dos enormes leones que te obligan a agachar la cabeza, mirarte los pies y respirar profundamente, interiorizando la majestuosidad del lugar hacia el que quieres entrar.
Antes del primer escalón te quitas los zapatos, por supuesto, y tras cruzar la puerta tienes un lugar donde los dejaras descansar para que sean las plantas de tus pies las que toquen directamente el suelo de marmol de todo el recinto.

No se cuantas escaleras llegué a subir después de cruzar el umbral del monte. Tampoco me molesté en contarlos maravillado por las tiendas dedicadas a la cultura budista que se encontraban a ambos lados.

Al fin llegué arriba.

Me quedé en silencio.
La vida poblaba el complejo...la gente paseaba, la gente conversaba, comía y bebía con un respeto hacia el lugar que no lo encuentras en un simple parque.
Mucho menos me recordaba, ni de lejos, a los templos cristianos, donde te ahogas como si estuvieras enterrado en lo más profundo de la oscuridad. 
Aquí respiras como si estuvieras en plena naturaleza...pero habiendo siendo construido por el ser humano. 
Se dice que tiene más de 2500 años este lugar, donde ya se meditaba antes de la muerte de Budha. Las distintos templos fueron construyéndose entre el siglo V y el X de nuestra era.

En el centro y coronando la pagoda del "Dragón de Oro" se encuentra la Shwedagon Paya (o estupa) con más de 100 metros de altura.
Alrededor de ella se reza.
Se medita.
Siempre andando en el sentido contrario a las agujas del reloj...
...aunque el reloj parece parado en este lugar.
Yo también giro alrededor, cautivado quizás aun mas por los templos abiertos a la vista y con gente dentro disfrutando de la compañía o realizando plegarias.

Mujeres y hombres
niños y niñas
monjes budistas de todas las edades
sentados en el mismo suelo

¿extranjeros? 
pues sólo me crucé con uno
este país está aún empezando a abrirse al mundo,
una ventana entreabierta de la que la gente no se fia en exceso.



La sonrisa y relajación de un Budha tumbado que parece estar escuchando cada palabra que recitas hacia tus adentros.

Como este...incontables
todos iguales y todos muy diferentes,
techos dorados en su mayoría
pero también blancos
o de madera oscurecida,
todos muy cerca del suelo
pero apuntando hasta rasgar el cielo.




Yo también he reposado en uno de ellos
como uno más...olvidándome del exterior, pero sintiendo con todos mis sentidos el aroma respirado por todos mis poros, cerrando mis ojos para escuchar aquello que repite una y otra vez el corazón,
lo que siempre obviamos 
y donde encontramos respuestas a tantas preguntas.

Vuelvo a abrir mi ojos

Los birmanos siguen ahí
su sonrisa al mirarte a los ojos también.
Un par de veces me paran para hablar conmigo sin motivo aparente, sólo quieren saber de donde eres, si te gusta el lugar, si te gusta su país...que decir, que en estos 10 días me está encantando.

Hay mucho de lo que quiero hablar y mucho por contar.
No sólo de Myanmar
también de mi trabajo...pero todo llegará...

Volví sobre mis pasos
esta vez bajando escaleras
pero con los pies más acostumbrados
después de las horas descalzo.

Vuelvo a la ciudad...
pero antes doy una vuelta más
esta vez en la parte baja de la colina,
Vuelve a sonreírme la gente en la calle
soy extranjero y eso es extraño,
esta vez se pone a mi lado un monje budista
acompañando mi caminar
me obsequia con una sencilla conversación
hasta que nuestros caminos se separan....

Ya es hora.
Ya he vuelto a casa.
Ahora si voy a descansar...pues llevo desde que llegué sin parar.

Soy muy "shico" (pequeño para los "no andaluces")
y este mundo es muyyyy grande
Hace falta que os diga más?



*