jueves, 9 de octubre de 2014

Insomnio mosquitero



Son las 4 y media de la madrugada
Y todavía queda un par de mosquitos en la tienda.
Habré dormido no más de una hora en total y habré matado unos 3 chupa-sangres ya

Desde las 11 de la noche llevo intentando conciliar el sueño profundo en esta tienda de 4 metros cuadrados... 
pero hoy parece imposible. 
Hoy se han colado unos cabrones que se han propuesto no dejarme dormir. 
Lo único que me hace sonreir es la certeza de que al amanecer , casi con seguridad, los causantes de mi desvele habrán desaparecido para siempre.

Ayer fue un día bueno de trabajo, finalicé a eso de las 9 de la noche con buena concentración para las tareas que estuve realizando. Estaba cansado (lo sigo estando). 
Ceno, hablo y me divierto a mi manera antes de poner música en mis oídos que me llevarán a una dulce noche….
PERO NOOOO! Los mosquitos empiezan su jornada. 
Se han colado y no los veo, no hay luz, no hay insecticida. 
Tras un par de horas mato el primero y consigo volver a caer sobre el colchon (por llamrlo de alguna manera). 
PERO NOOOO! 30 minutos después me despiertan sus picaduras. 
Me rasco. 
No sana. 
Me pongo pasta de diente sobre las picaduras. 
Sana. 
Vuelvo a tumbarme. 
Cuando se acerca el sueño, escucho su zumbido y me desvelo de nuevo. 
Vuelvo al ataque. 
Mato otro. 
Ya no sé ni que hora es pero me vuelvo a recostar sobre la almohada. Se me cierran los ojos... 
AH! Otra picadura de las que duele. 
Me vuelvo a  despertar…cada vez más cabreado. 
Analizo cada rincón de la pequeña tienda con la luz del mobil y palmeo a otro sin tener certeza de su muerte. 
Ya no puedo dormir... 
Me lío un cigarrillo y me pongo a escribir. 
Sigo escuchando, cada cierto tiempo, como pasan zumbando al lado de mi oreja. 
Con palmadas inútiles al aire trato de espantarlos. 

Ya se acerca la mañana. 
Ya se acerca su final. 
Ya se acerca un día más en el que el cansancio no me dejará dar lo mejor de mi mismo.
Malditos bastardos!



*

domingo, 21 de septiembre de 2014

WALLS

La sensibilidad con lo que no ves,
pero sabes que existe,
es en gran medida lo que nos impulsa a lanzarnos a este mundo ya profesionalizado de la ayuda humanitaria.

Con el corazón encogido y sin apetito me quedaba, siendo tan solo un niño,
cuando las noticias de las 3 de la tarde recogían imágenes de gente que,
según decían, vivían en el tercer mundo (aunque yo no sabía con claridad cual era el segundo),
alejado de platos llenos de comida variada,
de luz al alcance de un interruptor,
y de agua limpia al girar una manilla con un punto de color azul o rojo.

Ya de adolescente me cabreaba exageradamente con la inconsciencia de mi gente al comprar,
sin ningún tipo de piedad,
millones de artilugios inservibles que agrandaban los montones de basura guardada en los cajones y armarios.

Siempre me sentí raro al advertir incongruencias en un mundo que,
gracias a las fotos espaciales de los libros de texto,
supe que no tiene más fronteras que las que se dibujan en el “mapa político”.


Y ahora ya llevo unos años cruzando angustiosas aduanas gracias a una nacionalidad sin limitaciones, y no para todos es igual.

He vivido donde  la altitud y las chacras son la realidad
y la ciudad, tan cercana, 
un sueño que fácilmente se convierte en pesadilla.
No quieren moverse pues viven en su paraíso.
Quieren mejorar…
pero no tanto que les haga resbalar en el hielo de “la sociedad”.
Sonríen, se emborrachan y aman como si fueran niños,
con la misma inocencia y su única camiseta llena de rotos y remiendos.


He conocido amigos sin pasaporte
encerrados en un desierto que ni siquiera pertenece a su país 
(algunos ni lo han pisado)
viviendo cada día igual,
a la espera de la nevada
mientras desde fuera llegan cajas de comida y del entresuelo agua salada.

Naciendo y muriendo sin tierra,
sin esperanza…



He llorado 
rodeado de lagos y selvas,
en soledad,
viendo como los niños corren y ríen 
a la pata coja 
pues una mina se llevó la otra pierna.

Cubierto de ropa mojada me despedía de quienes no tenían donde secarla,
para comer lo que mis vecinos administraban para una semana.




Ahora ando, reflexiono y coordino 
para los que no tienen fuerzas 
ni para espantarse las moscas,
vivo entre paredes 
mientras ellos lo hacen entre plásticos 
(los más afortunados),
alegrándome por el descenso de las enfermedades…
ya ni las muertes quiero contar.




Y debo continuar
a diario
con la misma energía
y con la motivación que pierdes cuando te endureces.
Y te tienes que endurecer
Y te tienes que aislar
Y te llegas a acostumbrar al sufrimiento ajeno…


Todo lo que desde pequeño sentía lo pierdo
Me sumerjo en la burbuja hormigonada del trabajo
y no salgo de ella ni al terminar el día… me siento un hombre sin corazón.

La rabia llega al volver al hogar,
las lágrimas enclaustradas me ahogan
y los gritos de rabia se confunden con enfados mal entendidos.

Me siento más solo,
más incomprendido,
tratando de ser uno más pero sin conseguir alejar las imágenes que la ignorancia y la avaricia del hombre ha creado.

Nadie se siente culpable
y todos lo somos
Yo el primero



*

jueves, 4 de septiembre de 2014

El día internacional del cooperante????



Me entero con unos días de adelanto de que se acerca el día del cooperante.
¿Es el día 8? 
Vale, pues lo celebraremos con algo especial. 
Pero antes hay que levantarse de nuevo, calentar agua y servírmela en una taza con una cucharada de café instantáneo (cuánto se echa de menos un buen expreso), y por supuesto leer y responder algunas docenas de los cientos de mails que aun tengo en el servidor. 

¿Qué toca hacer hoy? 
Pues tratar de tachar unas cuantas tareas de mi “to do list” y apuntar unas cuantas más, 
la reunión que no falte (hoy por suerte solo tengo una de dos horas), 
las llamadas a los wash de terreno (Javi, Edgar...), con interminables preguntas que responden y que acaban con nuevas preguntas hasta encontrar la solución adecuada a problemas inesperados, 
continuar escribiendo informes, 
saludar a mis colegas de la oficina siempre con una gran sonrisa por volver a coincidir en Juba, 
ajustar presupuestos y diseños para hacer lo máximo con lo mínimo, 
tratar con los logistas, 
fumar algún cigarrillo para calmar los nervios y matarme un poco más, 
seguir con la estrategia a definir para el año que viene (con diferentes escenarios posibles pues aquí nunca se sabe a ciencia cierta lo que pasará al día siguiente), 
preparar mi próximo viaje a terreno… 

llega la noche y aun no hice ni la mitad de lo que tenía pendiente, en mi lista hay otras siete tareas nuevas, y en mi mail treinta correos recién llegados que deberé leer ya después de cenar con mis colegas, mis amigos, mis compañeros de alegrías y sufrimientos, mi familia en South Sudan.


Me levanto al día siguiente, pero hoy a las 6 pues a primera hora sale el vuelo que me llevará a Twic East.
Me caliento el agua para el café mientras lleno una mochila con tres camisetas de Oxfam, unas mudas y el cepillo de dientes, mientras en la otra llevaré mi ordenador, libreta y papeles varios. 
A las 7 estoy “peleándome” en una locura de terminal de aeropuerto africano para conseguir mi billete y esperar que avisen para un nuevo vuelo que me hará cruzar el país, mientras tanto reviso mi memoria:

“Hace un mes estuve en Mingkaman y casi se me saltan las lágrimas al ver la evolución de este lugar y de las 100.000 personas que allí se han instalado. 
Llegamos allí a principios de enero, para suministrar agua y construir cientos de letrinas, mientras por las noches, escuchábamos como bombardeaban al otro lado del río las casas de los que ahora estaban refugiados bajo árboles. 
Esta última vez me pareció un lugar maravilloso, donde las familias ya no andan perdidas, no se pelean por un litro de agua limpia, tienen pequeños huertos y un stock de comida que cada mes mis compañeros de seguridad alimentaria de Oxfam distribuyen. Aun queda mucho por hacer….pero lo hecho hasta ahora me parece magia.

La semana pasada estuve en Bor y el equipo de Oxfam ha contribuido a crear un nuevo espacio con todas las necesidades cubiertas para las cerca de 5,000 personas que se encuentran refugiadas bajo la protección de las NNUU. 
Y ahora, a rehabilitar las infraestructuras de agua y saneamiento junto a una campaña de promoción de salud en el Hospital de Bor (destruido meses atrás en los combates), el cual empieza a ponerse de nuevo en marcha.”


Me he quedado dormido en el helicóptero y ya estoy aterrizando en Twic East, aquí comenzaremos ahora un nuevo programa para construir pozos para la población desplazada y la comunidad de acogida que recogen agua de algún charco de agua, si tienen suerte. 
Me toca identificar lugares, poblaciones, hablar con las autoridades y demás. 
La noche vuelve a llegar sin darme cuenta.

Me despierto en un lugar que no tengo muy claro cuál es. 
¡Ah, ya recuerdo!
¡Joder! Anteayer fue el día del cooperante y nos olvidamos de hacer algo especial, bueno, hoy no pasa sin celebrarlo... pero antes hay que levantarse de nuevo, calentar agua y servírmela en una taza con una cucharada de café instantáneo (cuánto se echa de menos un buen expreso )…


No somos más que simples profesionales haciendo su trabajo. 
Y mi trabajo es solo un grano de arena muy pequeño que junto al del resto de mis compañeros de Oxfam y de otras organizaciones, crean un lecho donde los que no han tenido nuestra suerte puedan recostarse, pero un lecho que en mi país rechazaríamos por insuficiente.



*

sábado, 23 de agosto de 2014

KILIMANJARO

Se me cruzó por la cabeza un día cualquiera que no recuerdo mientras trabajaba.
Se me olvidó... o no...
Se lo propuse a Dorien, y con grandes ojos de emoción aceptó el reto.
Llegaríamos a los más alto del Kilimanjaro?

Durante casi un mes hubo dudas, algunos intentos frustrados de entrenar mis piernas y ninguno de dejar de fumar para limpiar mis pulmones.

Tras un largo viaje de más de 24 horas entre aviones, taxis y autobuses llegamos desde Juba hasta Arusha.
Ninguna agencia contratada ni hotel reservado...las cosas llegan solas si las deseas con intensidad.
Ya sabeis cómo me las gasto.

Nada más bajar del autobus que en 10 horas paró 2 minutos y medio en una ocasión, se nos autopresenta Joshua y nos pregunta nuestros planes.
Me río a carcajada limpia pero decido seguirle la corriente para ver a donde me lleva este camino y en un taxi nos montamos junto a él para buscar alojamiento y ofertas para rutas que no suban al Kilimanjaro.

Acabamos durmiendo en una cabaña elevada "de lujo" a las afueras del pueblo.

Escalones que nos recuerdan la baja forma en la cual afrontamos el reto.
Frescor reconfortante en el bosque.
Ardor reavivante en la ducha.
Desayunos doblemente inmejorables.
Monos juguetones nos hacen reír y olvidar.
Y una noche de descanso sin interrupciones y con el único sonido de la oscuridad.

Durante el siguiente día recogemos el material necesario para la subida al Kilimanjaro, ropa de abrigo, sticks... y nos decidimos a contratar la agencia de Joshua " Best days safari" que nos ofrece el pack completo para realizar la ruta de Machame por 500 USD menos de los precios mas baratos de internet.
Ya sólo queda comer, disfrutar, reír... antes de acostarse, pues a las 6 de la mañana pondremos el despertador.

Machame Route se realiza en 6 días.

Y el primer día comenzamos a subir a las 3 de la tarde...muy tarde.

Tras horas de espera nos adentramos en la selva tropical que rodea la falda del kilimanjaro.
Humedad concentrada en nubes que impedían la visibilidad mas allá de las ramas entrecruzadas de los verdes árboles cubiertos de musgo.
Impusimos un ritmo alto de subida, por la tardía hora de salida, que la energía del primer día me permitía seguir, aunque no vi las consecuencias hasta que ya era muy tarde.
Mi pierna izquierda se resintió y un dolor insoportable me paralizó al llegar de noche a Machame camp.
El mundo se me vino encima, era tan sólo el primer día y me costaba llegar a la letrina que no estaba ni a 100 metros...cómo sería de llegar a la cima??
Me relajaron, me relajé y decidí dormir y esperar a que la mañana siguiente dictara sentencia.

El segundo día me levanté y podía andar. Aun algo de dolor que calmé con ibuprofeno y con crema sobre el músculo de mi pierna. Desde esa mañana agarré los dos sticks como mis inseparables compañeros de caminata para rebajar el esfuerzo de subida que mis piernas debían hacer y traspasarlo a mis brazos.
El día amaneció despejado y tras una primera subida donde la naturaleza disminuía en tamaño que no en cantidad, pudimos al fin ver por primera vez el pico al que aspirábamos.

Habíamos salido temprano, así que el ritmo era más apropiado.
Yo me sentía descansado, y el camino era menos camino y más salvaje, más entretenido.
El segundo día lo disfrutamos todos un montón a pesar de la subida en la dificultad.
Mientras nosotros ascendíamos la vegetación descendía y la capa de nubes quedó ya lejos de nuestros pies.

Llegamos cansados pero con buen ánimo junto a Scott, un australiano que participaba de la misma expedición que Dorien y yo.
El Shira Cave camp nos daba unas vistas fabulosas, y gracias a la buena hora de llegada, pudimos realizar una caminata de una hora y media mas para subir a un pico cercano y volver a bajar. Comienzo de la tan nombrada y necesaria aclimatación a la altura.

La puesta de sol fue espectacular: mar de nubes con un par de islas sobresaliendo junto al sol que se ponía al frente y la cúspide del kilimanjaro anaranjada por los últimos rayos del día a nuestra espalda...espectacular!

Tercer día. Comenzábamos en Shiva a 3,800 metros.


Subimos hasta Lava Tower que se encuentra a 4,600 metros...la poca vegetación que aún quedaba arrastrándose por el suelo acaba por desaparecer.
Bajamos de nuevo.
Volvemos a subir.
Y vuelta a empezar hacia arriba.

La última parte es de bajada, por un valle glaciar que nos dejará en Baranco a unos 3,900 metros de altura

Durante toda la bajada voy moderando mi ritmo para no cargarme las rodillas (que ya están bastante afectadas) y a la vez disfruta del maravilloso y único paisaje de esta montaña solitaria que corona la sabana africana.

Contemplo los majestuosos Senecio Kilimanjari y las pequeñas flores Impatiens que sólo puedes encontrar en este lugar.

Me paro  cada poco a mirar hacia mi objetivo cara a cara.

Me freno para ver las pequeñas cascadas de unos riachuelos llegados de las nieves perpetuas de la cima.

Llego cansado y sediento,
así que me siento
bebo agua
y mientras me sorprenden con una fotografía que ejemplifica la maravillosa tortura en la que estoy participando.

Otra etapa terminada y mañana tras el desayuno nos espera la subida "breakfast" nada más comenzar.

A las 7:30 nos ponemos en marcha el 4º día.

"Breakfast" son 400 metros de subida de una pared de piedra (desnivel de 70 grados) que se sube en zig-zag.
Lo más asombroso es ver a los porteadores manteniendo el equilibrio.

En lo alto todo el mundo descansa, pero esto sólo es el comienzo, pues aun nos queda una bajada y una nueva subida de 600 metros hasta Karanga, donde nos pararemos a comer unas piezas de fruta y unas galletas antes de continuar.


Más subidas inimaginables y rampas por las que deslizarse hacia puntos más bajos que te llevan a una nueva pared de piedras y arena que no será la última del recorrido.

Pero las piernas ya están fortalecidas y el cuerpo más aclimatado.

Ya conocemos nuestros ritmos.



A eso de las 5 de la tarde llegamos a Barafu camp, a 4,600 metros de altura. Montamos tienda, descansamos un poco y cenamos a eso de las 8 de la tarde.
A las 9 estábamos durmiendo.
A las 12:30 de la noche nos despertamos...por delante la ultima etapa de subida.
Objetivo llegar a la cima con la salida del sol.
5 km andando para subir 1,300 metros de altura.

Durante 6 horas nos enfrentamos a una subida a oscuras
solo un pequeño frontal ilumina los pasos
pasos lentos y cansados
un pie y una respiración completa es el ritmo que escogemos
Somos 5 en la subida pero me siento solo
La mente se evade hacia playas gaditanas
hacia personas que no te recuerdan
buscando en lo profundo del corazón 
lo que siempre quisiste y no alcanzaste.

Llegamos a Stella Point (5,756 m)
Ya estamos en la parte alta, 
sólo quedan unos cientos de metros hasta coronar África 
pero no puedo...
mi cuerpo no responde y el oxigeno parece no llenar mis pulmones
estoy solo...más solo de lo que jamás me encontré
No se de donde saco las fuerzas para levantarme del suelo al que caí desfallecido
cada paso es una batalla contra el mundo
cada aliento el último...
Pero lo alcanzo
5,895 metros de altura
Uhuru peak
El punto más alto de África

La bajada se hace todavía más dura.
Tres horas hasta Barafu camp donde tras 2 horas de sueño interrumpido y sin tomar bocado volvemos a ponernos en marcha para bajar otras cuatro horas hasta llegar a las 6 de la tarde a el ultimo camp donde nos refugiaremos, Mweka camp.
Ya de vuelta bajo el bosque tropical, con las rodillas y los pies destrozados, pero felices del logro conseguido
de la experiencia inolvidable e irrepetible...

El sexto día es tan sólo una bajada que disfruto con Leons, uno de los guías (que también fue cocinero) a paso lento, pues me da pena dejar la montaña y quiero disfrutar de cada una de las ramas y esquinas.

Pero lo bueno y lo malo siempre acaba.
En este caso con abrazos, cánticos y una foto grupal con porteadores, guías y demás.
Sin ellos, los verdaderos héroes y propietarios de la gran montaña africana, el reto imaginado un mes atrás jamás habría sido posible.

Jambo!
Poa!
Pole pole!
GRACIAS!!!


*

viernes, 2 de mayo de 2014

Rulando y volando



Volando de norte a sur y de sur a norte, 
de lado a lado del país, 
recorriendo rincones con ciudades inhóspitas y campos plagados de gente refugiada bajo árboles o telas de plástico.

Sin tiempo a sacar las cosas de la mochila que siempre me acompaña, ya estoy de nuevo en otro vuelo. 
A veces no sabes dónde te despiertas, ni si entras o sales.


Nada más llegar a Juba de mi descanso, me encontré con un vuelo para Bor para evaluar la situación de agua, saneamiento e higiene (WaSH) en el PoC (Protection of Civilians) que se encuentra en la base de NNUU. Redactar un traspaso de actividades y un proyecto que desde hace ya un mes estamos implementando. Un gran equipo tenemos allí, capaces ponerse a trabajar tras asistir a un espectáculo dantesco.

Vuelvo a Juba, leo y escribo mails, preparamos presupuesto para Bor y para el manejo y mantenimiento de una gran red de aguas que dará cobertura a 40,000 personas y al hospital que MSF ha instalado en Awerial.

Viajo a Mingkaman y el nuevo equipo que reclutamos un mes atrás ya trabaja a destajo, las actividades un poco retrasadas, pero rápidamente se ponen las pilas. 
Ya hay 2  pozos (y otros dos en camino) de más de 80 metros preparados para cuando lleguen las bombas sumergibles que suministraran agua. 
Las letrinas de nuevo diseño (elevadas, ventiladas y preparadas para la época de lluvia) empiezan a construirse. 
El material no llega con la celeridad que nos gustaría, pero también es en parte culpa nuestra. 
Ya tenemos 100 Promotores de higiene y salud que a diario trabajan para mejorar las condiciones y minimizar las enfermedades. 
Me voy pues veo que tras un pequeño empujón, el proyecto va saliendo adelante.

Vuelvo a Juba y asisto (por fin!) al cluster nacional de WaSH.

Y de nuevo cojo la mochila para visitar el proyecto de Luonyaker, al N-O del país, donde Oxfam Intermon lleva años desarrollando proyectos de desarrollo de WaSH y medios de vida. Me reúno con el equipo y me aportan las ideas para tratar de presentar un nuevo `proyecto que permita continuar con el buen trabajo desarrollado hasta ahora.

Esta vez en coche, ruedo hasta Wau, antigua capital de Sur Sudan. Reuniones y nuevas posibilidades.

De vuelta a Juba.


Sin tiempo para nada me monto de nuevo en el helicóptero hacia Bentiu. 
Una petición del WaSH cluster a Oxfam para apoyar a los equipos que están allí trabajando (equipos de otras ONGs). 
Y aquí estoy ahora, aportando menos de lo que quisiera, pues ya 4 agencias se dedican al agua y al saneamiento, y yo tan sólo estoy para proponer mejoras y apoyos puntuales en colocación de bladders y demás.

El viernes volaré (inch’allah!) a Juba, pasaré el fin de semana allí y el lunes debería aterrizar en Mingkaman. El officer tiene su merecido descanso y voy a cubrir su puesto, empujar un poco el proyecto y tratar de preparar una respuesta de contingencia en caso de que venga aún más gente (actualmente 95,000 en ese aislado lugar).

Pero el lunes siguiente llegaré a Juba con una gran sonrisa para preparar mi maleta de nuevo. 

Pero esta vez me voy de vacaciones, no por trabajo.

Primero Bruselas (tan sólo un día), luego el sur de Italia, Andalucía (mi querida tierra) y de nuevo Bruselas el fin de semana antes de volver a tierras africanas.



Ya veis, un no parar, 
un no saber si subo o bajo….
y eso también cansa.

Y contento…
pero siempre buscando estarlo aún más.


*