viernes, 7 de febrero de 2014

Un día más amanece en Minkaman



Un día más en el que abro los ojos un par de minutos antes de que suene la alarma del teléfono. 

Las primeras claridades del amanecer se asoman por la mosquitera de mi tienda de campaña y espero a que llegue el momento de empezar a estirar los músculos de mi espalda.

Pi-pi pi-pi, 
pi-pi pi-pi.

Vuelvo a abrir los ojos y a tientas salgo de mi cueva.

Mi primera mirada hacia la hoguera. 

A veces alguien se me adelanta para encender el fuego que caliente el agua que transformaré en mi café de la mañana. 
Ésta ha sido una de ellas, y me alegra.

Pongo algo de música en mis oídos y busco algo de agua con la que refrescar mi cara, mi nuca y mis muñecas. La primera de las formalidades para despertar mis sentidos.

Frente al amanecer que se filtra por los cañaverales del Nilo Blanco, ejecuto casi mecánicamente más estiramientos de espalda.

Las cremalleras del resto de tiendas van sonando periódicamente, el trabajo nos espera a todos.

Pero antes me acerco a la olla que ya hierve bajo el fuego para recoger con una taza un poco de agua, echarle un sobre de café y sentarme con ella entre mis manos para realizar el último ritual que me ayude a despertar.
Me quedo quieto sentado en una silla de plástico, frente al sol que empieza a asomar y colorear el cielo que cubre la enorme explanada llena de gente desplazada, tomando a pequeños sorbos mi desayuno.


*