domingo, 12 de agosto de 2012

Buscando lo inesperado

Tras despedirme del Sáhara y recuperar fuerzas en Sevilla.
Tras un "me encantaría" que a través de la distancia me sonó como un suave susurro con sorpresa.
No me lo pensé dos veces.
Necesitaba viajar.
Asegurarme de que aún era capaz...
Perderme en lo desconocido para encontrar algo nuevo.
Buscar sin saber lo que podía encontrar.
Vivir para mi.
Leer y escribir.
Sentir.
Respirar aires nuevos en lugares por descubrir.

Tomé la vía aerea para llegar hasta los países a los que siempre llamaron bajos, con prisas por llegar y la seguridad  de dejarme llevar por mis impulsos.
Aterricé en Charleroi. Bienvenida de un  atardecer digno de recordar en mi memoria. En silencio y a la espera de unos ojos que no sabía lo que expresarían.

Nat apareció en mi vida en el último día de mi experiencia entre saharauis, como un regalo de despedida. Y sin embargo se encontraba frente a mi como un regalo de bienvenida al nuevo nivel alcanzado.

Una casa para dos, que albergaría prohibidas confesiones y miradas cómplices de quienes se conocen de siempre sin haberse jamás cruzado, guardará secretos que jamás serán contados fuera de la intimidad de dos enamorados.

A lo largo de cuatro días con sus noches recorro los adoquines de Bruselas.
Entrecruzo las manos con una princesa escondida de la realeza.
Me cuentan rumores anónimos sentado en el centro de la Gran Plaza, mientas disfruto de un bocadillo "americano" con sabor a gloria.
Visito el museo del artista escondido tras una paloma, pintor de mundos flotantes llenos de objetos y animales.
Duermo y despierto abrazado a una sonrisa.
Conozco a la gente que ocupa su corazón y a la que nunca abandonaría... y me abrazan, y me sonríen haciéndome sentir que soy uno más.
Paseo por Brujas y Gants conversando sobre temas que jamás pensé tratar, jugando a recuperar la adolescencia y a volar hacia la vejez y descubriendo una amistad de toda la vida en una compañía recién llegada.

Me río.
Bailo "over the rainbow" sobre sábanas rojas.
Sonrío hasta sin quererlo.
Subimos hasta los techos de Bruselas para compartir una cerveza entre música, literatura y cine
...
Lo que viene  a ser un tiempo inmejorablemente aprovechado con la mejor de las compañías soñadas.

Pero el camino me llama y el viaje debo continuarlo en soledad...
Entre Bruselas y Lille todo es llano. Tan sólo los puntiagudos tejados a dos aguas de las casas de campo puntean los sembrados. El verde es constante. Pequeños bosques se intercalan entre grandes praderas para los rebaños. Cielos con nubes y tierras fértiles. Ni una pequeña colina desplaza mi mirada del cristal.
Me dedico a mis libros... me siento motivado y trato de expresar en pequeños párrafos las sensaciones vividas.



Tras descansar en Lille me levanto con fuerzas, pues Matthié me espera recién casado en Valenciennes.

Mi primer amigo de Granada, mi compañero de trastadas, ya tiene una familia.

Tiene una familia que ilumina su vida, le cuidan y les cuida.

Matthié me abraza con su tiempo, y me muestra que es feliz, que está contento.

Yo disfruto de una buenísima comida y de un descanso que en este intervalo era más que necesario.

Nos despedimos hasta la próxima.
No sabemos cuándo será.
Seguro que llegará.

...

Y me atardece en París.

Y Notredamme me regala canciones en directo.

Y el Senna acompaña una cerveza saboreada con la deliciosa compañía de los recuerdos que voy escribiendo.

Paseo por Sant Germain, hecho para parejas formadas o en proceso de ello.
Quizás demasiado empalagoso... 
Quizás es que estaba solo...



Conozco la ciudad de la luz, llena de pesados edificios y anchas avenidas.

Paseo por sus jardines y sus cementerios, los cuales me aportan la tranquilidad y el misterio que también buscaba para motivar a las musas. 


Reencuentros plagados de cervezas:

Ale con el ajetreo de la vida parisina en lugar de la tranquilidad de Roche, donde todo es calma y sonrisas.

Orianne y Jess con nuevas vidas, aunque sigo intuyendo que siguen siendo las mismas personas que allá en Granada conocí.

Audrey, Leti y Soazic me enseñan Montparnase, me cuentan sus últimas aventuras y sus próximos objetivos por alcanzar, me regalan un día de compañía y me muestran que existe otro París y no sólo el de las postales... me gusta más.

En Paris encuentro la Paz...
y la tranquilidad.
Disfruté de los Detectives Salvajes
...fui uno más separado de todo lo demás...

Volando de vuelta entiendo. 
Todo ha cambiado, y no dejará de cambiar,
y no quiero parar de moverme
mientras sigan pasando los capítulos de este cuento
que nunca nadie sabe cómo ni cuándo terminará.


*


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