Con el
sol, aparecieron libélulas flotando alrededor de los miles de templos color
tierra de Bagán.
Visité alguno que otro con un ritmo más propio del que
descansa que del que viaja.
y mi
cabezonería me ayudaron
a escalar las cimas,
sumergirme en las plantaciones
y
camuflarme entre rebaños de vacas jorobadas
Ni
los pinchazos en la rueda ni la oscuridad fueron suficientes para que
desesperara al perderme.
No me quedé parado y llegué…
y cené
y compartí y dormí
para
despertar al día siguiente con prisas en la puerta
pero con relax en la cama.
Una
nueva visita esperaba...
Tercera
parada: Mont Popa
Una
china desesperada por la tranquilidad española, desde la salida hasta la
vuelta.
Mientras
tanto una parada donde me demoré con un toro para sacar el aceite de cacahuete,
bebiendo a primera hora de la mañana un licor artesanal y probando delicatesen
myanmarcianas.
Un viaje en coche alquilado por una pradera arbolada típica del
centro de este país que desemboca en la
falda del gran volcán Popa.
Templo que guarda a los “nats”,
espíritus
de personas que murieron trágicamente.
A los “nats ¨se les ofrece dinero
y a
los monos que en cantidades ingentes guardan el templo, se les dan cucuruchos
de papel rellenos de frutos secos.
Subida
calmada no se hace pesada.
Bajada
y de vuelta,
con previo paso por el “Mont Popa Resort” para un ligero
avituallamiento,
y a sus templos
para volar de nuevo con una aún más
bonita puesta de sol.
Cuarta
parada: Inle Lake
Esta
vez el viaje fue durante las horas solares, en un autobús y parando en todos
los pequeños pueblos que se cruzaban por el camino. En ellos íbamos recogiendo
a gente que ocuparon hasta llenar hasta
el pasillo central. Bello viaje desde la llanura hasta las montañas que rodean
el gran lago, y de nuevo bajada hasta las azules y calmadas aguas de Inle.
En la
cena una compañía española inesperada y más que bien recibida. Rodolfo lleva a
cabo su oficio de fotógrafo y viajero en las vacaciones del trabajo que le ata
a la sociedad. Un placer conocerlo y bienvenidas sus propuestas para conocer el
lugar.
y se cruza para unirse en el camino Simeon, banquero suizo que deja
plantado su trabajo para dar la vuelta al mundo durante un año.
acompañados de una
pareja de alemanes jubilados, un bote que nos ayuda a cruzar el lago de lado a
lado.
Cuando
emprendemos el camino de regreso cambia radicalmente el cielo, se vuelve gris y
empieza a diluviar.
Durante
11 kilómetros que parecen cientos, Alicia, Simeon y yo rodamos bajo una cascada
de agua mientras reímos y disfrutamos por instantes de las maravillosas vistas
de Inle Lake lavado por las intensas lluvias asiáticas. Antes de llegar al
pueblo, y cuando la tormenta cesaba, paramos a retomar fuerzas con una botella
de vino de la tierra y una buena sopa.
Una de
las más asombrosas cosas pasó en los últimos kilómetros que nos separaban del
pueblo. Sin luz en un camino desconocido, un motorista redujo su velocidad, y
sin decir una palabra se puso detrás nuestro a alumbrarnos hasta el último
metro. Estas son las cosas myamarcianas, tan serviciales y honestas personas
que te parece estar en otro planeta.
Sólo
quedaba un día cuando desperté a las 4 y media de la madrugada en busca de un
bote que me llevara a ver el amanecer en medio del lago.
Pero no fue eso lo
único.
Festival
de colores,
sabores,
olores
y canciones
en un templo de cuento de hadas rodeado
por aguas.
Artesanos
de la plata, de la tela y del tabaco en sus talleres flotantes.
Calles
venecianas en media de la jungla que llevan a fiestas de remos, alcohol y colores.
rodeadas de miles de estupas.
Plegarias
intensivas
a los pies de Budas cubiertos de oro…
La
vuelta bajo una fina lluvia se hace en silencio, tratando de grabar en la
memoria cada uno de los momentos.
Sólo
una última parada antes de coger el autobús a Yangon.
pero
encuentro un monasterio de monjas budistas
(avisado por Rodolfo)
donde durante
una hora más de 40 nuns repiten, intentando aprender, palabras en
español, inglés y alemán.
Una sonrisa que no me cabe en la cara y toda mi
energía en plena efervescencia contagian a las niñas de no más de 14 años.
Momento completamente inolvidable.
Nuevo
autobús nocturno que tras cerca de 12 horas me deja de vuelta en la realidad en
la realidad de Yangón, del trabajo de oficina hasta que vuelva a Bhamo (donde
ahora estoy) para dedicarme más de lleno al trabajo de campo.
¿y qué
es lo que estamos haciendo aquí?
En el
próximo post se verá.
*
Maravilloso... no me sale decirlo de otra manera.
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