Ya han
pasado casi dos meses desde mi “break” de una semana en medio de estos seis
meses de continuo trabajo.
Pero ahora, en medio de la mayor carga,
quisiera volver a recordar esos días que sucedieron, aunque parezcan sacados de
la mente de Lewis Carrol más que de la realidad de un viaje improvisado. Quizás
así consiga evadirme, mientras tecleo, de los asfixiantes días en los que me
hayo sumergido.
Tras
dos horas sentado junto a la pista de aterrizaje (literalmente) de Myitkyina,
aterrizó el avión. Aproveché para respirar, cosa que se me había olvidado hacer
en las últimas tres semanas, escuchar música y escribir para dejar volar mi
mente hacia donde aún no había llegado.
Primera
parada: Mandalay
Allí
tenía una cita demorada casi 22 años. La pequeña Alicia había sido compañera de
clase en mis años de colegio de monjas en Pamplona, y ahora nos reencontrábamos
en un aeropuerto semivacío al otro lado del mundo.
No
tardamos en coger un taxi compartido hacia la ciudad, pero si tardó el taxi en
arrancar.
Durante la hora que nos llevó llegar hasta el Garden Guest House
hicimos un recorrido por el pasado no conocido para centrarnos lo antes posible
en el presente por llegar.
Esto vino acompañado ya de ron, arroz y la cortina
de agua que caía sobre la ciudad. No pudimos más que visitar un par de bares,
donde dejamos la imprenta de unos locos que no paran de hablar alto en un
lenguaje incomprensible para los myanmarcianos, hasta bien entrada la noche.
Al día
siguiente tras un desayuno más propio de un almuerzo, me estaba esperando una
pick-up, o más bien yo la tuve que esperar a que se llenara, para tomar un
camino que recorría pueblos hasta llegar a mi siguiente destino.
Segunda
parada: Ping Oo Lwin
Una moto de alquiler sin fianza para llegar a
las cascadas de Poi Kauk, donde en el día soleado que era, se había reunido
gran parte del pueblo a bañarse y olvidarse del cotidiano día a día.
Yo era uno
más, y como tal me sumergí bajo un torrente de agua fresca.
Por primera vez en
tres meses desaparecí de la tierra para
fundirme con el agua y fluir con la corriente. Así continué durante el resto
del viaje, ajeno al mundo en el que vivo y disfrutando de mi.
El
resto del día dio para un paseo a pie y en calesa, una cena india y para
dormir… dormir… que bien sienta cuando desconectas el teléfono y solo te
dedicas a soñar.
Ping Oo
Lwin escondía una sorpresa, un jardín de las maravillas rodeando un gran lago.
Hasta allí llegué en bicicleta, después, todo fue guiado por mis pies. El olor
a hierba recién cortada y las flores de mil y un colores, los bosques de bambú
y de arboles petrificados, los caminos que no llevan a ninguna parte, las aves
de otro mundo y los monos escondidos, las torres más altas y las aguas más
tranquilas, los turistas asiáticos y los monjes meditando… todo irreal pero
cierto.
El día
no había acabado y retomé una nueva pick-up de vuelta a Mandalay.
El camino me
mostró la belleza de una puesta de sol desde lo alto de una montaña, motos
conducidas por enormes ramos de flores y el contraste entre el aire campestre y
la polución al llegar a la gran ciudad.
-¿Moto-taxi?
-Sí,
gracias, quisiera dirigirme a Bagán.
-Para
eso necesitas coger el autobús…
-Pues
llévame hasta él.
Tragando cerveza y
difuminándome en una esquina del local cuando las peleas empezaron a surgir.
Dos horas que dieron hasta para improvisar música entre unos guitarristas y mi
armónica,
como siempre mal tocada.
Autobús
nocturno entre el frío de la noche y el calor de una manta.
Tercera
parada: Bagán
En
mitad de la madrugada me encontré tumbado en una calesa tirada por un caballo
por las calles embarradas de una ciudad salida de las películas de Peckinpah . Tomando un café de sobre (café, leche y
azúcar en un mismo pack), mientras hablo un idioma que desconozco, consigo
despertar y ser consciente de donde estoy. Justo a tiempo para ir al templo más
alto (o eso creía) a ver como los primeros rayos de sol iluminan de costado los
miles de templos que se reparten por la amplia explanada de Bagán, junto al
gran río Ayeyarwady.
........ continuara?
*
No hay comentarios:
Publicar un comentario