sábado, 14 de mayo de 2016

Visitando el pasado... mirando el futuro...


Comienzo a escribir  en un minibus que me traslada por Jerusalem
esta ciudad de mezclas y odio.
Todo separado de forma física
no hace más que aumentar las desconfianza entre los pueblos que la habitan.

Ciudad de una antigüedad "incunable"

con nuevos hormigones
mezclados con piedras
que se colocaron una sobre otra
hace milenios.
Una de las ciudades eternas
el centro de las religiones monoteístas
tan antigua
que los años parecen segundos
en nuestra corta vida.

Culturas enfrentadas
durante siglos
conviven en un territorio repleto de murallas y muros,
con olores
mezclando sabores
del pasado
presente
y futuro.

Una religión  se encuentra rodeada de otra (muy cercana en creencias) más multitudinaria...
pero su pequeña burbuja es la privilegiada.
El mundo real del Mediterráneo oriental vive con Mahoma como principal profeta
y con temor a radicalismos salientes de todas las religiones que pueblan el planeta.

Vengo aquí en busca del cariño y amor que tanto echo en falta
durante mis noches de soledad
las que acompañan mi trabajo
en los lugares abandonados por la humanidad
y su desarrollo.
Y encuentro el calor de los abrazos
y la alegría
en la mirada marina de Dorien.

Durante la semana ella trabaja
y yo vagueo
y descanso
hasta que mis pies se deciden a visitar la ciudad.

Cámara, libro, libreta y bolígrafo en mano.
Con los ojos bien abiertos observo las blancas y rotas rocas
llenando espacios con muros, casas, arcos y lugares de peregrinaje de la ciudad vieja.

Con mi olfato descifro olores
mezcla de cocinas y tiendas...
y mirra, y comino, y menta...

Con mi oído bailo al ritmo de melodías
y no se distinguir si son hebreas o árabes.

Me detengo
cuando desde las decenas de alminaras
se escuchan los cantos que llaman a la plegaria,
reverencias en dirección a La Meca.
Y escucho con alegría de todas las distintas lenguas
que rezan a un mismo dios
de diferentes maneras.

Mi entrada en la ciudad antigua de Jerusalén la realizo por la puerta de Damasco,
donde los fulares palestinos
y los velos cubriendo los cabellos de las mujeres
entran y salen a mares
ante la atenta mirada de decenas de militares armados hasta los dientes.
La muralla impone...
una fortaleza y muchos secretos,
verdades y leyendas se esconden en su interior.

Intramuros
ya es otro mundo
y mi sonrisa se despliega a lo largo de mi cara
por la suerte de vivir esta vida
que me permite descubrir tanto lugares especiales.


Las mezquitas elevan
sus lunas hacia el cielo
mezclándose
con el azul y blanco
de las banderas
que reprimen su día a día.
Una buena metáfora de este conflicto
sin solución a  la vista.



La calle es un gran mercado que me recuerda al Albaycín granadino.
Puestos callejeros llenos de colores
y olores,
gritos
que anuncian ventas,
silencios
que avisan de controles militares rutinarios.

Las calles que continúan y se entrecruzan
sólo permiten el paseo a pie
y decenas de arcos y bóvedas
las cubren y esconden
con juegos de sombras y luces
sacados de las mil y una noches.


...en un bar cualquiera me refugio para decidir los siguientes pasos a dar...


Puedo pasear
y paseo por la Vía Dolorosa:
desde la entrega de la cruz,
pasos por las tres caídas
y los recuerdos reales
o no que quedan
del camino hacia el calvario
de un personaje,
el cual, de una forma u otra,
cambió el rumbo de la historia,
y cuya vida y enseñanzas
forman parte de mi educación.



Llego hasta la iglesia del Santo Sepulcro,
edificada sobre el Gólgota,
quizás el lugar más sagrado para toda la cristiandad,
donde Jesús de Nazaret fue coronado con espinas
y clavado en una cruz hasta su muerte.
También donde se le enterró para luego resucitar
según citan los libros que cuentan su vida.


Me paso horas dentro de esta iglesia
que engloba capillas de diferentes estilos,
donde los cruzados clavaron sus rodillas defendiendo sus creencias y sus piedras.
Magnífico escuchar cantos franciscanos,
monjes ortodoxos
y tantas otras ramas el cristianismo que se escapan a mi conocimiento.
Respeto
Escucho
Observo
Cayo.

Entre escondidos gestos de cariño hacia quien me acaricia con su mirada,
nos seguimos perdiendo entre las estrechas calles que suben, bajan y se retuercen.
Del barrio cristiano volvemos al árabe,
y unos pasos más tarde nos adentramos en el armenio
antes de sumergirnos de pleno en el barrio judío.

No podía faltar una parada frente al "Western Wall"
o muro de las lamentaciones (aunque no les gusta llamarlo así),
donde nos paramos en la distancia
para vigilar las plegarias venidas de tantos países
para rezar a un mismo dios.
La única parte del histórico Templo de Salomón que aún sigue en pie
nos vigila
y protege la parte más sagrada de esta antigua ciudad.

La realidad del siglo en el que vivimos vuelve
cuando decenas de hombres más que armados
pasan corriendo a nuestro lado por el aviso de algún tipo de incidente de seguridad....
por si acaso, salimos calmamente de la zona.


Otro día me dejo caer por Belén
que ahora es casi más conocido
por el gran muro que la separa de Jerusalén
que por el nacimiento de Jesús de Nazaret

Un muro lleno de graffitis
locales
y extranjeros,
artistas
que muestran la tristeza
y la rabia
por un muro
que jamás debió ser levantado
y al que mi sociedad
hace oídos sordos
y ojos ciegos.


"We all bleed the same blood"
but not all the blood have the same cost.

Bajo también al punto más bajo del planeta
a la orilla del mar muerto,
donde floto sobre un agua tan salada que se ha vuelto venenosa.

Medio cuerpo y la cabeza entera flotando...
me siento canoa cuando braceo mirando al cielo
con las montañas de Jordania en el horizonte.

Me acerco (junto a Marck y Andy) a la orilla donde nos embadurnamos
con el barro de este mar que va desapareciendo
mientras brindamos con unas cervezas
y hacemos estúpidas gracias que nos hacen disfrutar aún más del momento.

De vuelta a Jerusalén siempre está Dorien
que me besa y sonríe
alegrándome más el día
y nos acompaña en las cervezas que alumbran la noche.


No podía faltar una visita al maravilloso Museo de Israel.
No me esperaba encontrar tal cantidad de maravillas antiguas y modernas...
desde la cúpula que cubre los manuscritos del Mar Muerto
de más de 2000 años de antigüedad
paseo alrededor de un gran jardín de esculturas,
miniaturas y pedestales romanos y griegos en cada esquina.
En el interior
todas las edades de esta región marcadas y guardadas como lo que es,
un tesoro de incalculable valor:
prehistoria, piedra, bronce,
egipcia, griega, romana,
judía, árabe, cristiana,
cruzadas, batallas, paz,
vestidos, monedas, curiosidades,
cuadros, esculturas, libros...
...incontables e insaciables.



Para el último fin de semana nos dirigimos al norte del país,

un nuevo road trip que nos recuerda a Turquía.

Primero la ciudad de Haifa,
enclavada entre la montaña y el mar,
donde,
como si fuera cualquier ciudad costera del sur de Europa,
nos sentamos en una terraza a disfrutar de buen vino,
pescado fresco
y nuestro amigo fiel Rummikub.

Todo bajo los imponentes Bahai's Gardens
que ocupan toda una colina
conquistada por el ser humano...
naturaleza artificial.



Pero queremos continuar por carretera hasta la frontera con Líbano.
Hasta Akko.
Un pueblo pesquero que nos acoge en plena efervescencia de su mercado...
cuando el sol se esconde por el Mediterráneo
el cual nos trae su brisa salina y marina.

Una noche  de paseos fotográficos
acompañada de una divertida cena
(aunque se pretendía romántica)
y sueños en el interior de las murallas.
El día nos lleva bajo tierra
desde las grutas templarías
a las calles y palacios
que se esconden bajo el actual pueblo.

La vuelta se hace cansada y a su vez maravillosa.

Un viaje más en mi vida
que me ha llevado al pasado
para descubrir cómo será el futuro que me espera...
...y me gusta...
me encanta!



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