jueves, 3 de noviembre de 2011

Base WeatherHaven

Cuando entras por primera vez no es fácil, te miran desconfiados ojos escondidos entre las arrugas del desierto y el peso del sufrimiento. La espera es corta mientras aclaran la mil veces avisada nueva estancia.

En un  principio todo parece más grande de lo que realmente, y sobretodo rodeado de tan extenso desierto, acabas sintiendo. Y más cuando las medidas de seguridad nos impiden sair de sus límites cuando llega la oscuridad...a eso de las 7 de la tarde, justo cuando solemos terminar entre risas un alocado partido de voley.






Tiendas semicilíndricas de unos 20 m2 me acogen, si no es la mía para leer y dormir, es la de algún compañero que me invita a reir. Otras más pequeñas encierran una ducha insospechada y mágica por su agua caliente.
Una plaza central apenas pisada, engaña al desierto con un par de arbolillos, como también lo hacen las cañas que disimulan la reja que nos separa de la noche.

Y las oficinas, containers recuperados para encerrar el trabajo administrativo, organizativo y técnico de las 4 wilayas que dependen de la ayuda internacional, respiran nuestro olor más que ningún otro lugar del Sáhara.




La cafetería, la lavadora comunitaria, la televisión donde gritar "cabrón!" a un arbitro español, las esquinas donde cada noche se preparan con calma uno, dos y hasta tres tés... poco más se encierra en esta base que en estos momentos considero mi hogar... bueno, y por supuesto la gente!!! de todos los colores, nacionalidades, sabores y credos, que siempre paran, te ofrecen una sonrisa junto a su mano y unas palabras que pasan para siempre a formar parte de mi diccionario... pero esa es otra historia...


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