lunes, 18 de noviembre de 2013

Perdido en Myanmar I


Ya han pasado casi dos meses desde mi “break” de una semana en medio de estos seis meses de continuo trabajo.
 Pero ahora, en medio de la mayor carga, quisiera volver a recordar esos días que sucedieron, aunque parezcan sacados de la mente de Lewis Carrol más que de la realidad de un viaje improvisado. Quizás así consiga evadirme, mientras tecleo, de los asfixiantes días en los que me hayo sumergido.


          Tras dos horas sentado junto a la pista de aterrizaje (literalmente) de Myitkyina, aterrizó el avión. Aproveché para respirar, cosa que se me había olvidado hacer en las últimas tres semanas, escuchar música y escribir para dejar volar mi mente hacia donde aún no había llegado.

Primera parada: Mandalay

Allí tenía una cita demorada casi 22 años. La pequeña Alicia había sido compañera de clase en mis años de colegio de monjas en Pamplona, y ahora nos reencontrábamos en un aeropuerto semivacío al otro lado del mundo.

No tardamos en coger un taxi compartido hacia la ciudad, pero si tardó el taxi en arrancar.
Durante la hora que nos llevó llegar hasta el Garden Guest House hicimos un recorrido por el pasado no conocido para centrarnos lo antes posible en el presente por llegar. 
Esto vino acompañado ya de ron, arroz y la cortina de agua que caía sobre la ciudad. No pudimos más que visitar un par de bares, donde dejamos la imprenta de unos locos que no paran de hablar alto en un lenguaje incomprensible para los myanmarcianos, hasta bien entrada la noche.

Al día siguiente tras un desayuno más propio de un almuerzo, me estaba esperando una pick-up, o más bien yo la tuve que esperar a que se llenara, para tomar un camino que recorría pueblos hasta llegar a mi siguiente destino.


Segunda parada: Ping Oo Lwin

Una moto de alquiler sin fianza para llegar a las cascadas de Poi Kauk, donde en el día soleado que era, se había reunido gran parte del pueblo a bañarse y olvidarse del cotidiano día a día. 
Yo era uno más, y como tal me sumergí bajo un torrente de agua fresca. 
Por primera vez en tres meses  desaparecí de la tierra para fundirme con el agua y fluir con la corriente. Así continué durante el resto del viaje, ajeno al mundo en el que vivo y disfrutando de mi.


El resto del día dio para un paseo a pie y en calesa, una cena india y para dormir… dormir… que bien sienta cuando desconectas el teléfono y solo te dedicas a soñar.

Ping Oo Lwin escondía una sorpresa, un jardín de las maravillas rodeando un gran lago. Hasta allí llegué en bicicleta, después, todo fue guiado por mis pies. El olor a hierba recién cortada y las flores de mil y un colores, los bosques de bambú y de arboles petrificados, los caminos que no llevan a ninguna parte, las aves de otro mundo y los monos escondidos, las torres más altas y las aguas más tranquilas, los turistas asiáticos y los monjes meditando… todo irreal pero cierto.

El día no había acabado y retomé una nueva pick-up de vuelta a Mandalay. 
El camino me mostró la belleza de una puesta de sol desde lo alto de una montaña, motos conducidas por enormes ramos de flores y el contraste entre el aire campestre y la polución al llegar a la gran ciudad.

-¿Moto-taxi?
-Sí, gracias, quisiera dirigirme a Bagán.
-Para eso necesitas coger el autobús…
-Pues llévame hasta él.

En el más pirata de los bares del país de los piratas esperé.
 Tragando cerveza y difuminándome en una esquina del local cuando las peleas empezaron a surgir.
 Dos horas que dieron hasta para improvisar música entre unos guitarristas y mi armónica, 
como siempre mal tocada.


Autobús nocturno entre el frío de la noche y el calor de una manta.



Tercera parada: Bagán


En mitad de la madrugada me encontré tumbado en una calesa tirada por un caballo por las calles embarradas de una ciudad salida de las películas de Peckinpah . Tomando un café de sobre (café, leche y azúcar en un mismo pack), mientras hablo un idioma que desconozco, consigo despertar y ser consciente de donde estoy. Justo a tiempo para ir al templo más alto (o eso creía) a ver como los primeros rayos de sol iluminan de costado los miles de templos que se reparten por la amplia explanada de Bagán, junto al gran río Ayeyarwady.

........ continuara?


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